Puerto Rico: Un pueblo que no se deja caer
Por: Diego Moyett / Historias Starbucks
En el barrio Camarones de Guaynabo, como en tantos otros sitios de Puerto Rico, el café es parte de las raíces de sus habitantes. Esto nos dice nuestro partner Juan Miguel, actual supervisor de turno y líder comunitario de una de las tiendas en la capital.
JuanMi, como lo apodan sus amigos y clientes, es oriundo de Camarones y su familia se dedica al café de una u otra forma desde que su madre era tan solo una niña. “Para mí es más que una bebida”, afirma JuanMi con orgullo mientras prepara todo lo necesario para una degustación en tienda. “En mi hogar siempre se me enseñó que los agricultores son verdaderos superhéroes, pues gracias a ellos tenemos café en la mesa todas las mañanas.”
El café es un asunto de familia y terruño, por eso JuanMi aprendió de su madre a quitarse los zapatos para piscar, como muestra de respeto y amor por la tierra.
Esta devoción por conectar de raíz con el café fue puesta a prueba en septiembre de 2017. Juan Miguel aún recuerda el rugido del viento que se ensañó con Puerto Rico aquella madrugada. “Esa noche nadie pudo dormir. Nosotros tomamos todas las medidas de seguridad, pero vivimos cerca de una quebrada y el agua no se hizo esperar. Incluso después del huracán continuaron las escorrentías de agua, obligándonos a resguardarnos en el segundo nivel de nuestro hogar”.
JuanMi y su madre nunca perdieron la calma, aunque sus camas estaban empapadas. A la mañana siguiente, inspirándose mutuamente ánimo y una actitud positiva, ambos salieron decididos a ayudar.
La experiencia previa de JuanMi en el programa No Lo Dejes Caer definitivamente le ayudó a impulsar este esfuerzo de colaboración. No Lo Dejes Caer surgió como una iniciativa de Starbucks Puerto Rico hace 14 años con el objetivo de no dejar caer el grano local a falta de manos recolectoras, pero tras los eventos de 2017 demostró ser de vital ayuda para reavivar la economía cafetera local, que el día de hoy no solo es una fuente de ingreso en el campo, sino también en la ciudad, donde cada vez está más afianzada la cultura del café.
JuanMi recuerda su experiencia al visitar los campos del centro de la isla: “Cuando por fin toqué la tierra, me di cuenta de que tenía una gran responsabilidad frente a mí. El esfuerzo de muchas personas florecía en las plantas de café en la forma de cerezas maduras. En ese momento me di cuenta de que, en mi trabajo, yo estoy en la última línea entre los agricultores y las tazas de café de personas de todo el mundo”. Diariamente, la labor de Juan Miguel representa los últimos diez pasos indispensables para honrar la herencia cafetalera que cuenta la historia de alguien que con tanto amor sembró y cuidó el café. “Regresar al campo me demostró que el trabajo de los superhéroes no ha sido en vano, y tengo un profundo agradecimiento por no dejar caer nuestro grano local”, concluyó.
“Me siento feliz ahora que he tenido la oportunidad de sembrar en distintos municipios como Ponce, Jayuya y Utuado, pues estoy contribuyendo con un gran legado para toda una generación de jóvenes que tienen un sentimiento por proteger nuestros recursos naturales y celebrar la figura de nuestros agricultores locales”, afirma JuanMi,siempre con una sonrisa y con gran optimismo que transmiten el orgullo que siente por poder servir el mejor café del mundo desde hace más de una década. Para él, poder ayudar es conectar con sus raíces sin importar en dónde se encuentre.
El huracán María demostró una vez más que Puerto Rico es uno de los países con mayor compromiso de voluntarios dentro de las comunidades. En los próximos años, a Puerto Rico le espera una gran cosecha, resultado del esfuerzo de manos voluntarias como las de Juan Miguel. El esfuerzo constante de personas como él comprueba que en la isla no solo se siembra y cosecha café, sino que también se cultivan líderes que llevan consigo el mensaje de que todo es mejor en equipo.